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lunes, 1 de junio de 2015

Reflexiones variadas para la profunda inspiración



                Nuestra directora, que hace poco ha escrito una gran entrada, me pedía hace pocos días que subiera una entrada, pero esta vez creo que me he pasado con la inspiración… Me he pasado casi tanto como que he acabado escribiendo un pequeño relato que no dudaré en regalar al público que nos lea y a los blogs que nos visitan y que nos felicitan por las entradas que compartimos los cinco. Antes de comenzar con el relato, me gustaría felicitar a todos y cada uno de los miembros de Noches de Nostalgia por regalarnos en sus líneas todos los sentimientos que podemos sentir leyendo sus geniales entradas.
                Continuando con el pequeño relato, he decidido llamarlo “Cambios”, no me gusta destripar finales, pero una pequeña sinopsis nunca viene mal. Este relato empieza con una fatal noticia que le llega al protagonista, y muestra cómo, cuando el tiempo pasa, las cosas cambian y lo que un día estaba en blanco y negro, al otro puede volverse color. Invito a nuestros lectores a que escriban su opinión en los comentarios.

< Los cambios… Dan miedo ¿verdad? Es coger todo lo que conoces y tomarlo de cero. No es como cambiarse de ropa o de zapatos. No, esto es mayor.
A todos les asustan los cambios, y a mí al que más. Pero jamás me iba a imaginar que este cambio me iba a traer al amor de mi vida.
Yo siempre me había aferrado a lo real, a lo seguro, a todo aquello de lo que estaba seguro que iba a acertar.
Todo comenzó aquel invierno. Aquel odioso Diciembre, que cambió toda mi existencia. Mis padres fueron a recoger a mi primo. Íbamos a pasar el fin de semana con él mientras mis tíos iban a un viaje de negocios. Como no quería estar solo, fui con mis amigos a la casa de uno de ellos. Se estaba haciendo tarde. Eran casi las ocho y media, y se supone que volverían a las siete. Los llamé, pero no cogieron el teléfono. Estarían conduciendo.
Sobre las nueve volví a casa, cené algo y me acosté.
A la mañana siguiente la casa seguía vacía. Pensé que habrían salido con mi primo al parque. Como es pequeño, le gusta jugar en la arena, aunque haga mucho frío. Pero me equivoqué. El teléfono de casa empezó a sonar. Medio dormido fui a responderlo.
- Hola, buenos días, llamo desde el Hospital. – dijo una voz femenina al otro lado de la línea.
- ¿Qué pasa? – pregunté alarmado.
- Siento comunicarte que tus padres… - hubo un breve silencio - …han tenido un accidente.
Me quedé mudo. ¿Qué era esto? ¿Una especie de broma? Pero supe que no lo era, no era posible. El número de teléfono era del hospital. No supe cómo reaccionar, qué hacer, qué decir. Colgué sin decir nada. Me apoyé en una pared porque sabía que las piernas me fallaban. Me senté en el suelo arrastrándome por la pared y me eché a llorar. Era lo único que podía hacer.
*             *             *
Estaba empaquetando las últimas cosas que me quedaban. Ya había pasado un mes desde el accidente, y cada vez que me acordaba, los ojos se me llenaban de lágrimas. Ya no tenía nada a lo que aferrarme, me había quedado sin salvavidas. Todo lo que conocía iba a cambiar. Me iba a vivir a casa de mis tíos. El mismo sitio donde mis padres iban a ir, pero no alcanzaron la meta. Cogí mis maletas, las metí en el maletero y, sin decir nada, me metí en la parte trasera del coche.
*             *             *
Por fin había llegado el verano. Me gustaba más el calor del sol que el frío del viento. Tuve que terminar la ESO en otro instituto. Todo el semestre que me quedaba lo pasé solo, sufriendo en silencio. No necesitaba amigos. No necesitaba la compasión de nadie.
Mis tíos se fueron a trabajar y yo me quedé cuidando a mi primo pequeño. Vivíamos en una casa pequeña, pero que tenía un jardín enorme, sin embargo, mi primo siempre jugaba en el de delante, que era más pequeño, pero le gustaba ver pasar los coches. Yo me quedé sentado en las escaleras, leyendo un libro y vigilando a mi primo de vez en cuando para que no se escapara.  Oí un perro, y tenía pinta de ser grande. Después oí a una chica gritándole que parara. Los ladridos se escuchaban cada vez más y más cerca. Vi a un labrador de color negro, algo grande, que se dirigía a mi primo. Él gritó, dejando sus juguetes en el suelo, y después vino corriendo hacia mí para que lo protegiera. Le dije que se quedara detrás de mí. Cuando el perro llegó a las escaleras le grité
- ¡Quieto! – puse la palma de mi mano frente a su hocico en señal de que parara y, para mi sorpresa, se paró de golpe y se quedó sentado en el césped.
- Butter, ¡maldita sea! Mamá me matará si vuelves a hacer eso. – dijo la voz de una chica al otro lado del jardín – Ven aquí.
Era una chica menudita, de mi edad podría decir. Tenía el pelo negro azabache y los ojos de un todo verde azulado. Entró al jardín, agarró al perro por el collar que llevaba y le puso una correa de color marrón.
- ¿Estáis bien? Es algo travieso. – preguntó mirándonos.
- Sí, no pasa nada. – contesté yo.
- ¿Cómo has hecho para que parara? Llevo diez minutos intentándolo corriendo detrás de él.
- Sólo le dije que parara. – volví a contestar.
Se sentó a mi lado sin previo aviso, y empezamos a hablar. Bueno, era ella quien hablaba, yo apenas decía algo. Mientras tanto, mi primo jugaba con Butter, el perro que casi lo mata.
Cuando mis tíos volvieron de trabajar, me preguntaron por esa chica. Les dije que sólo era una amiga.
*             *             *
Ya habían pasado dos semanas, y la chica de pelo negro venía a verme todos los días, acompañada de su perro, pero hoy vino sola. Estaba sentado en las escaleras, y ella se sentó a mi lado, como de costumbre. Me contó que Butter estaba en la perrera, y que posiblemente no volviera a verle. Quise controlarme, pero no pude, y empecé a llorar desconsoladamente. Llevaba mucho tiempo sin desahogarme.
¿Por qué siempre tenemos que perder a las mejores personas? Me acordé de mis padres. De lo mucho que los quería, y de todas las cosas que íbamos a hacer los tres. Todo tirado por la borda.
No hizo preguntas ni me dijo nada, solo me abrazó, y yo correspondí. Todo este tiempo me he negado a recibir ayuda, y es ahora cuando más la necesito. Después de un rato así, abrazándome y yo llorando, me soltó. Siguió sin preguntarme nada, pero sentía la necesidad de explicárselo. Y por primera vez, en muchos meses, me sentí libre, sentí que me había librado de una carga que me estaba devorando la vida.
Ella me consoló. Vino todos los días a verme y, otra vez, después de tanto tiempo, comencé a sonreír, a reír, a alegrarme de la vida. Todavía me quedaba mucho por hacer, y no quería desperdiciarlo. >
                
           Creo que, después de haber añadido este relato a la entrada, queda un poco larga pero, sinceramente, no me arrepiento de haberlo escrito, ya que, es el primero y personalmente lo veo muy bien… Quizás pueda escribir otro…
                Sin más, despedirme, que ya pensareis que soy muy pesado y muy extenso.

2 comentarios:

  1. Madre mía... no sé qué decir. Cuando me has dicho que habías subido nueva entrada no me esperaba para nada esto. Es algo bastante diferente a lo que solemos escribir aquí, pero al fin y al cabo este es un espacio para compartir todos nuestros pensamientos, nuestras alegrías, opiniones y creaciones.
    Me ha encantado, aunque me has hecho llorar. No te preocupes, yo es que soy demasiado sentimental y ahora estoy bastante sensible, pero es que al leerlo me gustaba tanto y me daba tanto sentimiento pensar que lo has escrito tú, que es que me he emocionado. Dices que te parece una entrada demasiado larga. A mi se me ha quedado corta. Por mi podrías llenar esto con esa historia y lo leería todo y me seguiría pareciendo poco.

    Pienso que a veces la vida nos pone pruebas demasiado difíciles y nos podemos llegar a sentir desmotivados, sentir que la vida no merece la pena. Y es normal, porque es que ha veces pasan cosas que... tienen huevos, hablando claro. Pero de todo se sale, todo se supera. Hay heridas que dejan cicatriz, pero que con el tiempo dejan de doler. Quedan ahí, recordándonos día a día el dolor de lo vivido, pero eso nos hace más fuertes y nos convierten en lo que somos.

    Cuando menos te lo esperas, sucede algo, aparece alguien o sencillamente te das cuenta de que no todo es tan negro como pensabas que, como dices, la vida está llena de colores, solo hay que mirarla sin lágrimas en los ojos y ser capaces de superar el dolor. Abrirse a los demás siempre viene bien, tener alguien con quien hablar, sentir que no estás solo... siempre ayuda.

    Por último, que veo que el comentario también se me está haciendo muy largo, decir que no sé qué manía os ha dado a todos por llamarme la directora del blog. Ya sé que a veces soy muy pesada y parezco una dictadora llegando a censurar algunas cosas jajaja pero eso no me convierte en directora, eso suena muy mal jajaja

    Me da mucha alegría de que el blog siga activo y sigamos subiendo entradas, porque últimamente siento que lo tenemos más abandonado, yo la primera. Tengo ya muchas ganas de que llegue verano y poder dedicarle más tiempo a esto y a otras cosas.

    Nos vemos pronto. No faltaré a tu graduación :) Un abrazo gigante.

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    1. Bueno, comenzaré dandote las gracias por este comentario, que no me ha parecido tan largo como decías... También decirte que te llamamos "directora" porque eres quien más escribe y nos motiva a hacerlo, para nada lo hacemos de forma despectiva, ni mucho menos.
      Gracias por hacerme sentir super orgulloso de esta "pequeña" historia que he escrito este fin de semana, no dudes en que, si escribo otra, la subiré, aunque intentaré que hable de más alegrías y dejemos las tristezas de lado. Me ha encantado tu opinión, y creo que llego a la conclusión de que cuando estamos de exámenes nos volvemos más poéticos... Antes de irme, decirte que no llores ni te entristezcas por nada que, como has podido leer, la vida está llena de color y de cosas por hacer como para perder el tiempo con penas...

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